PRESENTACION

Describirse a uno mismo es a la vez fácil y difícil, cualquiera puede decirnos que “nadie nos conoce mejor que nosotros mismos”... Pero, ¿es realmente así? ¿En verdad nos conocemos tanto? ¿O cada vez que nos miramos al espejo vemos a alguien que vamos redescubriendo día a día, sin llegar nunca a conocer por completo?

Hoy me miro a mí misma con dos preguntas: ¿cómo soy como lectora? ¿Y como escritora? Cuando comienzo a leer un libro o un artículo y antes de terminarlo ya estoy leyendo otro motivada por algún tema que surgió en el primero. Al escribir me sucede algo similar, durante el proceso de producción, voy abriendo constantemente nuevos caminos.

Creo encontrar una palabra que lo describe bastante bien: “itinerante”; sí, esa es la mejor definición, alguien que va de un lado a otro sin un lugar fijo.

Un camino itinerante entre lectura, escritura y acción…

Antes de 1994, cuando aún vivía mi viejo en la casa se combinaba la nostalgia de los viejos tangos con su alegre modo de ser. Fue por aquellos años que mezclados con los textos escolares leí versos de Héctor Gagliardi, poeta argentino que Jorge Bossio comienza a describir en el prólogo de “El sentir de Buenos Aires” de la siguiente manera:

“El poeta es el hombre que en todo y en nada se fija pero que nada olvida de cuanto ve; así fueron los aedas griegos, los payadores urbanos y hoy, los poetas que, como Héctor Gagliardi, acunan en versos el sentir y el quehacer popular”[i]
Entre estas lecturas encontré algunos versos manuscritos en los que descubrí los ensayos de escritor que mi propio padre había realizado de joven. Sin embargo lo que más me llamaba la atención de él era su gran constancia en la lectura, principalmente de libros de Historia que compraba, leía y coleccionaba con gran entusiasmo.

Mis hábitos de lectura no eran todavía constantes y nunca lo fueron, tal vez porque ese mismo año mi papá falleció o tal vez por otras razones...

En ese momento comenzó una nueva etapa en vida, la adolescencia y el desafío de crecer sin la presencia paterna.

Mi vieja en cambio, mujer de acción, fortaleció en mí la intervención directa sobre el mundo. Comenzó una etapa en la que el ejercicio de lectura y escritura no cabía ya sobre los márgenes del papel y excedía las páginas de los libros.

Me fascinó y me fascina poder intervenir en el mundo; hace poco leí una nota en el diario El País que describe muy bien esta nueva forma de pararme frente a la realidad:

“Somos pequeñas hormigas en un gran hormiguero. El mundo es enorme, y nosotros somos sólo una gota en el inmenso océano. Demasiado a menudo nos sentimos pequeños e impotentes, y pensamos que nuestras acciones sirven de poco. Sin embargo, he aquí la frase que la Madre Teresa de Calcuta solía repetirle a Dominique Lapierre: ‘El océano está hecho de gotas de agua, así que tu gota es importante porque, con otras gotas, podemos hacer un océano’ "[ii].
El ejercicio de lectura pasó a ser, en mi vida, una búsqueda continua de herramientas para la transformación del mundo que está a mi alcance, de los espacios en los que me muevo. En esta búsqueda hay algunos libros que leí completos y que recuerdo habitualmente, mi preferido es una historieta: El Eternauta de Héctor G. Oesterheld y Solano López. Esta fue una experiencia significativa de lectura en la que descubrí el concepto del héroe colectivo dentro de una espectacular historia recreada en Buenos Aires, que es, a mi entender, una gran metáfora de la historia argentina más reciente.

Comparto con Michel de Certeau que la lectura es una “producción silenciosa”[iii] en la que el lector no es un mero decodificador. Finalmente, experimento la escritura como una experiencia directa de transformación, en la que se complementan las diferentes experiencias de lectura con la observación de la realidad para dar forma a un texto que genere un movimiento interior en quien lo lee. Plasmar en un papel lo que pensamos, lo que sentimos y trasmitirlo a otros por un medio concreto es para mí una gran responsabilidad.

Por todo esto cada vez que me enfrento a una lapicera y una hoja o más frecuentemente al teclado de una computadora vivo una nueva experiencia significativa de escritura en la que todo mi ser se plantea no solo qué voy a escribir, sino cómo y para qué lo voy a hacer.




[i] GAGLIARDI, Héctor, El sentir de Buenos Aires, Madrid, Editorial Plus Ultra, 1981
[ii] TRÍAS DE BES, Fernando, “Reportaje: Una gota en el océano”, en El País Semanal, Sociedad, 12-07-2007. (Link: http://www.elpais.com/articulo/paginas/gota/oceano/elpepusoceps/20070715elpepspag_8/Tes)
[iii] DE CERTEAU, Michel. “Libros, paseos y conversaciones”, en Delfino, Silvia (compiladora) La Mirada Oblicua. EstudiosCulturales y Democracia; Ed. La Marca, 1993. Buenos Aires.